viernes, febrero 09, 2018

NIÑOS, MOVILES Y PANTALLAS. NO ANTES DE LOS SEIS AÑOS




Surge este post a raiz de leer ayer la noticia de la inclusión de la adicción a las nuevas tecnologías dentro del grupo de "adicciones sin sustancia". 

Como oftalmólogo en ejercicio es habitual encontrar en la consulta padres deseperados con este tema, pero también con padres que no relacionan el abuso de las nuevas tecnologías con los cambios visuales que se presentan en sus hijos.

Habitualmente remarco la necesidad de no abusar de las pantallas, de mantener una buena distancia de lectura y escritura, así como a las pantallas de ordenador y a la televisión.

Todos sabemos que si pudieran, los niños se meterían dentro de la pantalla, al igual que se "comen" los móviles a pocos centímetros de sus ojos.

Pero no quiero hoy hablar de las consecuencias visuales, sino traer a lugar un pequeño resumen de algunos artículos que deberían hacernos reflexionar sobre este tema.

Así, el neuropsicólogo ALVARO BILBAO, autor del libro "El cerebro del niño explicado a los padres", nos aporta tres razones por las cuales los niños pequeños no deberían entrar en contacto con los dispositivos tecnológicos a edades tempranas, concretamente antes de los seis años:

La primera es la razón por la que no se debería proporcionar al niñ@ dispositivos como móviles o tablets para mantenerlos entretenidos, o al darles la comida o en cualquier otra situación cotidiana. Y la razón es que "el cerebro aprende por asociación, y si usamos el móvil para ahorrarle al niño el esfuerzo de esperar o de comer, cuando se tenga que esforzar por prestar atención en clase, o para leer un texto que parezca aburrido, etc, la respuesta del niñ@ va a ser no esforzarse ya que lo natural par él será distraerse, ya que sus padres le han enseñado que cada vez que se tenía que esforzar se podía distraer con otra cosa.

La segunda razón es la existencia de una región cerebral llamada "núcleo caudado" que es la que decide qué estímulos nos gustan más y cuáles no merecen nuestra atención, ordenando nuestras preferencias en función de la intensidad de los estímulos y el grado de gratificación que percibimos. Y si el niñ@ ha desarrollado desde pequeño un núcleo  caudado acostumbrado a estímulos visuales intensos y cambiantes como los de los móviles y las tablets, en cuanto llegue a clase todo le va a parecer poco luminoso y poco dinámico, ya que no existen pantallas cambiantes, y la situación no va a cambiar con un simple movimiento de dedo. La pizarra le parecerá oscura, un libro será demasiado lento y por tanto su cerebro decidirá que no es lo suficientemente importante como para prestarle atención, sentando así las bases de un posible fracaso escolar.

Y la tercera razón es que cuando el niñ@ juega con el móvil o tablet activa circuitos de satisfacción que difícilmente de conducirán a la felicidad. Cada vez que se mata un marcianito o se obtiene un punto o un reto en un videojuego, se recibe una recompensa en forma de descarga de dopamina. Pero ello no conduce a la felicidad, la recompensa dura muy poco, y debe repetirse una y otra vez, dando lugar a la adicción. 

Como consecuencia, fallan las relaciones. Los niños acostumbrados a estos estímulos prefieren jugar con el dispositivo que con la familia, hermanos o amigos, cuando si hubiésemos fomentado otro tipo de comportamientos como el contacto familiar, manipular objetos con las manos, las manualidades, el juego libre, o tener pequeñas responsabilidades familiares, que activan circuitos cerebrales diferentes que igualmente conducen a la satisfacción, pero también al autorrefuerzo, hubiésemos sentado mucho más eficazmente las bases de su relaciones y felicidad futuras.

De este modo, el uso prolongado de pantallas puede estar asociado a una mayor presencia de problemas de autocontrol, de déficit de atención, depresión infantil, y fracaso escolar.

¿No son éstas razones para reflexionar?


Esta información es orientativa. Para una información personalizada consulte a su oftalmólogo. 
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